Eduardo Rivas nos trae una nueva propuesta expositiva bajo el titulo: ¿INERTES?.
Lugar: | SiTiO FBA • Calle Isaac Peral, 1 – Bajo. Santander. |
Días: | Del 21 de febrero al 12 de marzo de 2014. |
Horario de Visitas: | Lunes a viernes de 19:00 a 20:30 horas. |
Inauguración: | Viernes 21 de febrero a las 20:00 horas. |
Un hombre meditando, con la vista levantada tras haber leído unas líneas en un libro; una pareja en el momento inmediatamente anterior a entregarse en un beso apasionado; un niño que mira hacia lo alto, donde un hombre parece explicarle algo con entusiasmo; un joven pensativo junto a una mujer anciana (¿su madre, su abuela quizás?) que intenta reconfortarle, poniendo la mano sobre su hombro… Son historias, instantes, momentos que Eduardo Rivas ha seleccionado y reinventado a través de las fotografías de su serie ¿Inertes?. Son expresiones, gestos, actitudes profundamente familiares, que nos hablan directamente, nos comunican sentimientos, nos enseñan posturas y conductas. Parece que nos buscan, intentan decirnos algo, quizás incluso quieran dialogar con nosotros.
¿Pero de dónde provienen estas escenas? ¿Y quiénes son sus protagonistas? Vemos hombres y mujeres, niños y ancianos, en disposiciones de gran vitalismo, pero que sin embargo están tallados en piedra, irremediablemente estáticos. No se trata de modelos “vivos”; son esculturas, que podemos encontrar en el museo del Louvre o en el parque Vigeland de Oslo. Obras de diferentes épocas y lugares, unidas bajo la mirada de Eduardo Rivas, que se ha apropiado de ellas para generar un discurso propio. Esculturas pues, pesadas y sólidas estatuas hechas para perdurar, para inmortalizar una visión; piedras inertes pensadas para ser idénticas a sí mismas a lo largo del tiempo. No obstante, al mirar cada una de las fotografías de esta serie me parecería difícil que alguien no llegara a sentir cierta vivacidad en los gestos de los personajes retratados. Y es que más que favorecer la quietud o la pasividad que podríamos suponer en el estatismo de la escultura (por lo menos en un primer momento), parece que con el acto fotográfico se ha conseguido captar un instante en un devenir más amplio, se ha congelado un momento de un todo más extenso. Con esta acción, paradójicamente, se ha dotado a estas esculturas de un dinamismo casi siniestro, haciéndonos presentir que gracias a la fotografía se ha atrapado un movimiento en el tiempo (aún siendo conscientes de que resultaría imposible que estas estatuas se estuvieran desplazando). Estas imágenes se asemejan a fotogramas de una película que desconocemos, instantes de una historia que se nos escapa; una historia en movimiento.
Hiroshi Sugimoto, fotógrafo japonés afincado en Nueva York, considera que no importa lo inerte que parezca un elemento cualquiera, ya sea un muñeco, un juguete, u otro objeto sin vida; cuando es fotografiado se le otorga de cierta apariencia de realidad y verosimilitud. También los surrealistas eran conscientes de esta extraña capacidad de la fotografía, que parece petrificar lo vivo, congelar el tiempo y conservarlo para la posteridad, y sin embargo dotar a los elementos inanimados de una vivacidad en ocasiones inquietante. Acaso con el clic de la cámara intentemos satisfacer esa fantasía, esa pulsión (quizás erótica) de dar vida a lo inerte, de animar los objetos, como en el mito de Pigmalión (¿quizás podríamos hablar de fotografía animista, o del carácter animista de la fotografía?).
Desde esta perspectiva podríamos pensar que el medio fotográfico puede infundir un claro componente de vitalidad en objetos inanimados como la escultura, ¿pero hasta qué punto podemos suponer un carácter pasivo o inerte en estos elementos fotografiados? Con el título de la serie, a modo de interrogante (¿Inertes?), Eduardo Rivas va más allá del planteamiento casi mágico de la animación a través de la fotografía y (se) cuestiona el mismo concepto de ser vivo, que en apariencia parece tan claramente delimitado, y nos hace dudar del supuesto abismo entre lo animado y lo inanimado. Y es que la escultura, aún tallada en la fría piedra, nos provoca reacciones diversas, y es portadora de costumbres, modas y maneras de entender el mundo. En este sentido sería fuertemente activa, todo menos inerte; estaría viva en su capacidad de comunicación, en su influencia sobre el mundo. Estas estructuras trasmiten conocimiento, enseñan actitudes, dan forma a nuestros pensamientos. Los artistas han traspasado vida a las piedras, portadoras ahora de escenas que muestran infinitas historias procedentes de lugares y épocas distintas, reactivadas por la fotografía de Eduardo Rivas, que consigue, a través de su enfoque particular, contar algo distinto; historias que dependen de las narraciones que encontramos en las obras escultóricas, pero que a la vez se manifiestan de manera independiente. Y, más allá de mostrarnos estas escenas, de invitarnos a buscar los lazos perdidos que nos unen a ellas, Rivas nos empuja a replantearnos nuestras nociones, a menudo dualistas, sobre lo que caracteriza a un ser vivo o a un ser humano, la constitución de los límites entre el objeto y el sujeto.